Los colores, ingrávidos, flotaban y bailaban aleatoriamente en un mundo sin tierra ni cielo. Era un entorno oscuro, como de noche estrellada, en el que trazos y manchas —convertidos en figuras radiantes— imponían su presencia.

Sonó el despertador y los colores cayeron al suelo. Los colores no vuelan —se dijo—, es una pena, se estampan contra un lienzo o a lo sumo envuelven la realidad.

Tras ese sueño —ya cumplida una década— y saldada la deuda con la representación, Sancho promete al color su despertar. La pintura expandida le permite un primer tanteo, construye instalaciones creando un universo policromático en el que borra el espacio. Su siguiente aproximación es pictórica, dilata la superficie del lienzo y potencia la autonomía del color, transfigurándolo en cuerpo de un entorno artificial.

Actualmente continúa con su investigación sobre tela, indagando diversas estrategias para desvelar el protagonismo de la materia pictórica.